A mediados del siglo XX, Alan Turing, matemático y teórico de las ciencias de la computación propuso la pregunta can machines think? como introducción a su artículo COMPUTING MACHINERY AND INTELLIGENCE publicado en 1950 por la revista Mind, dónde habla acerca de la inteligencia y la posibilidad de replicarla artificialmente.
Para responder la pregunta de si las máquinas pueden pensar, decía Turing que se debía definir a la máquina y al acto de pensar, a lo que concluyó que debido a la diversidad de influencias y conceptualizaciones de la época iba a terminar siendo una tarea estadísitica.
Para simplificar el problema lo reformuló a un dominio más visible y objetivo sin restarle su naturaleza subjetiva y lo describió por medio de un juego al que llamó the imitation game.
La dinámica es simple, se tienen tres participantes A, B, C, dónde A es un hombre, B una mujer y C un entrevistador y los roles son: C hace preguntas a X y Y (siendo X = A o X = B) sin poder verles u oirles, en pocas palabras no tiene más información sensorial de X y Y que sus respuestas y con eso debe determinar cuál es cuál, el rol de B es responder las preguntas de C siendo ella misma y el de A es responder las preguntas buscando imitar a B con el fin de confundir a C. Al final C deberá decidir por medio de las respuestas si X es A o B y por ende quién es Y.
Si este juego se extrapola a que en lugar de adivinar el genero de los participantes se adivina si es un ser pensante, sustituyendo la perspectiva de B de mujer por la de un ser pensante y cambiando a A de un hombre por una máquina buscando siempre imitar a B y confundir a C, la labor de C será identificar a la máquina al buscar reconocer a otro ser pensante como C mismo.
Continuará…
Foto por: Denisse Leon